No alcanza a terminar agosto y ya estoy pensando qué hacer durante la semana del dieciocho septiembre.Así es, fiestas patrias se acerca y motivos para celebrar sobran. Si me preguntan ¿qué?, no tengo idea. Pero si algo está claro es que el espíritu “dieciochero” invade mi cuerpo y me siento más chilena que nunca.
Me dan ganas de payar, de bailar cueca, de colgar la bandera blanca, azul y roja en el patio de mi jardín y empaparme de anécdotas y tradiciones y que mejor forma para hacerlo que visitando el rodeo, da lo mismo en que ciudad, total la idea es llegar a este lugar que definitivamente combina todo lo que he mencionado.
Las corridas de novillos se realizan todo el año, como será que es el deporte más visitado después del fútbol y paradójicamente con más de 350 años de práctica fue en 1962 declarado el deporte nacional. Consiste en que una collera integrada por dos jinetes y sus caballos atajan a un novillo en los apiñaderos de la media luna completando puntos que van de -4 a 4.
Es usual que los huasos lleguen al rodeo en los camiones que transportan a sus caballos y también que al lado de estos instalen carpas donde pasarán las horas de espera antes de entran al champion. Pero generalmente estos están solos con sus compañeros de collera. Sin embargo, para el 18 de septiembre es distinto porque llegan las familias completas y en los toldos o carpas que levantan arman tremendos ramadas donde las rancheras y cuecas suenan todo el día.
Aunque el rodeo es un deporte muy atractivo, también tiene su lado oscuro.
Una vez que los novillos ingresan al apiñadero pisan directamente el camino que los llevará a la muerte. Pareciera que muchos de estos animales se dieran cuenta que el destino que les depara es el matadero porque muchos intentan escapar, otros opacan sus miradas o simplemente en actos de rebeldía en contra de los jinetes se tiran al suelo para no seguir el curso de la actividad.